SINGULARIDADES

 

 

La Puebla de los Infantes: sus singularidades

 

Los componentes de la “Red de enlace con los pueblos” , coordinada por Juan Cabello, nos reunimos la mañana del pasado 7 de Octubre y decidimos celebrar durante el mes de Diciembre, una Jornada de Convivencia y Formación en la Puebla de los Infantes y las Navas de la Concepción.

Fue el día 16 de Diciembre, un luminoso día de invierno, cuando comenzamos la jornada en la Puebla de los Infantes donde sorprendió la amabilidad de sus gentes, la atmósfera tan apacible e íntima que se respira en sus calles y el paisaje urbano irrepetible que aún se conserva en su parte antigua.

Al subir desde Lora del Río y Peñaflor, la Vega da paso a la Sierra Norte de Sevilla y aparecen los olivares, el matorral mediterráneo, los encinares y alcornocales que en este término regado por los ríos Guadalbacar y Retortillo, aportan una riqueza agrícola, ganadera y cinegética conocida desde muy antiguo. Esto queda demostrado por el hecho de que haya habido asentamientos humanos desde el Paleolítico, pero de forma continua desde el III milenio a. de C. Los romanos se asentaron en lo que hoy es su término municipal construyendo varias villas de importancia, entre ellas la de “la Dehesilla”y entre los muchos restos arqueológicos encontrados destaca la cabeza de Hypnos, el tesoro turdetano compuesto piezas de oro y plata, el ídolo cilíndrico calcolítico del Cañuelo, etc.

Los visigodos la llaman Canabulla y en época árabe Cañébolo( caño que mueve el molino).

San Fernando la reconquista y en 1.242 la zona estaba bajo la influencia de las tropas cristianas, pero es Alfonso X el Sabio quien otorga una Carta-puebla y la llamó Puebla del Infante. A Don Enrique Enríquez “ el Senador”, el sabio rey le entregó parte de lo que hoy es el término municipal de la Puebla, conocido desde época medieval como “ Donadío de Castril”.

En el s. XV se vio envuelta en las luchas nobiliarias entre las Casas de Arcos y de Medina-Sidonia, así en 1.472 sufrió los ataques del Duque de Medinasidonia desde Constantina, tras lo cual pidió a Sevilla dejar de depender de Constantina.

Llegado el s. XVII, en 1.654, Felipe IV otorgó el título de vizconde a su consejero y camarista D. Luis González de Góngora y Castilla.

Ya en el s. XVIII, concretamente en 1.716, Felipe V eleva a marquesado el anterior título, el primer marqués fue D. Francisco de Borja Fernández de Córdoba y González de Góngora y Castilla.

La Desamortización de Mendizábal y la supresión de los señoríos, crea el primer Ayuntamiento Constitucional a partir del 1.837.

El recorrido estuvo guiado por Juan José Toribio, conocido investigador, defensor y divulgador del patrimonio puebleño.

Llegamos a la Plaza de la Constitución, donde está el Ayuntamiento, y desayunamos en el Bar de Alberto que se ubica en una casa de la época del marquesado aunque sus cimientos la remontan al s. XVI. Seguimos por la Calle Mesones y paramos en la “Casa Bonita” proyectada por Aníbal González y vemos las viviendas que hoy ocupan la antigua casa de los marqueses.

Visitamos la Parroquia de Nuestra Señora de las Huertas, edificio del s. XV y reformado en el s. XVIII. De sus exteriores destacan la torre de estilo Reyes Católicos, catalogada dentro del círculo de alarifes de Hernán Ruiz I y las dos portadas laterales del s. XVIII, presentan arcos de medio punto y pilastras cajeadas rematadas por un frontón triangular, la otra portada Oeste es actual. De esta torre pétrea gótica observamos sus elementos Reyes Católicos, como el arco conopial de la cara Oeste, las saeteras y en el lado Sur las dos arcadas de medio punto que soportan las campanas, también pudimos observar el cincho de hierro que situado en el listel que delimita el cuerpo de campanas, la refuerza desde el terremoto de Lisboa de 1.775, así como de esta misma época, el chapitel barroco de azulejería azul, blanca y de ladrillo.

Una vez en el interior del templo nos centramos en la iconografía que nos mostró Francisco Liñán, maestro, prioste y costalero de la Patrona.

Arquitectura a tres naves con retablo mayor con partes del s. XVIII y XIX, en el centro la Virgen de las Huertas(1.530), de autor desconocido pero atribuida a Pedro Millán, discípulo de Lorenzo Mercadante de Bretaña, retocada en el siglo dieciocho por Luisa Roldán, con posterioridad a la Guerra Civil y en 1.982 por Peláez del Espino. A continuación pudimos apreciar, entre otras magníficas imágenes, a la Virgen del Rosario (1.592) atribuida al padre de Juan de Mesa, al Crucificado Cristo de la Veracruz también del dieciséis, un magnífico Cristo Resucitado de la escuela de Martínez Montañéz, un San José atribuido a la Escuela de Roldán y la primitiva imagen de la Virgen de las Huertas del s. XIII.

Subimos por la calle Sevilla y contemplamos el escudo de la casa, hoy residencia de ancianos, donde vivió el cosmógrafo Mayor del Emperador Carlos V, Alonso de Santa Cruz y continuamos subiendo por lo que debió ser uno de los accesos al castillo y realizamos una breve parada en el más antiguo templo de la localidad, la Iglesia de Santiago, en pésimo estado de conservación, de principios del s. XV aunque reformada posteriormente. Presentaba tres naves, una desaparecida, con cuatro tramos cada una soportadas por arcos de herradura apuntados realizados en ladrillo macizo. Los arcos corren respecto a las naves en forma longitudinal.

Después, entramos en el patio de armas del castillo medieval cuyas primeras referencias son del 1.344. En un principio estuvo flanqueado por cuatro torres, una de ellas cilíndrica, en la actualidad subsisten dos de planta trapezoidal, aquí, Juan José nos impresionó con múltiples detalles.

Seguidamente bajamos por la calle Amargura y contemplamos entre los números 3 y 5, una humilde casa con ventanas al modo de saeteras, típica mudéjar, así llegamos a la ermita de Santa Ana que nos sorprende por su singular encanto y que está situada en la placita de su nombre junto al pozo de la “Meina” ( Medina). La ermita cimentada sobre roca y construida de mampuesto y ladrillo revocado es una construcción mudéjar de finales del s. XV, restaurada en el s. XVIII y posteriormente en los años sesenta y finales de los setenta. En este edificio de planta conventual con una nave (soportada por un arco apuntado transversal), un tramo y espadaña, pudimos apreciar a Santa Ana con su hija la Virgen María de 1.784 de Francisco de Arellano, a San Pedro Pontífice, talla del dieciocho restaurada recientemente por Carlos Bravo, al simpecado de la Patrona de terciopelo y plata y comprobar cómo actualmente, más que nunca, debemos estar atentos para conservar nuestro patrimonio, pues, el retablo del s. XVIII (1.773) que lucía en el presbiterio y que tras la restauración de finales de los años setenta se quitó por su deterioro y parte del mismo lo quemaron operarios del P.E.R. para calentarse. También debemos recordar cómo los legajos y manuscritos del Ayuntamiento hasta el 1.847, se entregaron en los años 60 a una churrera para que envolviera sus productos.

Finalmente, entramos en la calle Llana y en su recorrido pasamos junto al Puente de Triana y es el momento de enumerar otros edificios religiosos que han desaparecido en esta localidad, en Triana la Ermita de San Sebastián, el Convento de la Orden de los Basilios en el Retamar, la Ermita de la Virgen de los Remedios en el Collado y en las proximidades del monte San Cristóbal la Ermita de San Cristóbal.

Por último llegamos a “Las Pilas”, construcción realizada en es s. XIX siendo alcalde D. Evaristo Hinojosa, únicos lavaderos públicos que se conservan en nuestra provincia.

Subimos al autobús disfrutando de este limpio, soleado y espléndido día de invierno, seguimos por olivares y encinares con dirección a las Navas de la Concepción.

Desde aquí quiero agradecer al párroco D. Rafael Cano el haber permitido, de forma totalmente incondicional, la visita a los tres edificios religiosos mencionados.

José María Rodríguez Sorroch. 2000.



 

 




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